Entrada destacada

Tiendas en las que encontrar Lirio de Sangre

He empezado a llevar Lirio a las tiendas a las que tengo acceso y voy a hacer una lista para que sepáis dónde podéis pillarlo. AVISO: Só...

domingo, 12 de diciembre de 2010

El búnker 6

-Eh… Cikadia…
-Ya estoy bien… cien palabras más…
-¿Tú no hacías descansos entre capítulo y capítulo? –preguntó Rachelmon.
Silencio mientras la escritora continuaba tecleando a toda velocidad.
-Gané una carrera… cien palabras más…
-¿De qué hablas? En serio, me estás empezando a preocupar –pasó la mano por delante de la pantalla, pero ella ni se inmutó, era como si viera a través de sus dedos.
-Tengo la sensación… cien palabras más…
-¿Hola? ¿Estás ahí? –le bailó un poco para llamar su atención-. Miu.
-Vete, le rogó… cien palabras más…
-¿Estás enferma? ¿Tienes fiebre? –le tomó la temperatura de la frente mientras la otra continuaba aporreando el teclado.
-Un vistazo… cien palabras más…
-Eh, que te estoy mirando editoriales ¿No te interesa? Mira, Alfaguara, la de “Cacaspulo”.
-Suena bien, apúntala –respondió volviendo a la realidad durante un instante.
-¿HP de quién es?
-¿Santillana? –propuso sin dejar de pasar.
-Salamandra.
-Lo que sea. Timidez y falsa humildad, cien palabras más.
-Lo que no sé es si hay que mandar manuscritos o qué.
-Ajá… -murmuró sin apartar los ojos de la pantalla.
-No lo encuentro… Le preguntaremos a Shiku-chan…
-Eso me ha dicho, cien palabras más. Y si miras en “La Factoría de ideas”, tengo un libro de esos.
Rachelmon se puso a buscarle, haciendo también oídos sordos al ruido de las explosiones en el pasillo y las imágenes de masacres que emitían las pantallas.
-Parece que solo publican títulos extranjeros
-Lástima, aún así, se les puede preguntar. En el fondo de sus pupilas, cien palabras más.
-¿Sabes que es un poco raro que sueltes palabras al azar?
-No es al azar, son las que salen cada cien. ¿Crees que los lectores se estarán hartando ya?
-Eso o están intentando adivinar qué pasa en el último capítulo con esos trozos.
-Muajaja. Si averiguas algo, cien más.
-Qué locas estás –rió Rachelmon.
-Un momento, un momento… ¡¡Mil palabras!! Víctor repeinado, ay, omá que ricooooo. Ejem, ¿por dónde iba? Dios, me van a odiar mucho.
-Bastante –respondió con tono jocoso.
-Bueno, a ver si hago otras mil palabras antes de llorar sangre o estallar en carcajadas de loca. Mira a ver cómo va la guerra, ¿se están matando mucho?
-Pues… -se acercó a las pantallas- tenemos una amasijo de miembros cercenados delante de la puerta de los que han intentado cruzar el pasillo y han rozado un láser, DKusa está peleando con Kastarnia y parece que va a perder…
-Jaja, qué zorra, se está haciendo pasar por Aria –se tronchó sin dejar de teclear.
-Violet-kill e Ismael han dejado de pelear para destrozar juntos los tanques que se les echaban encima…
-Queeeeé bonitoooooo, unidos por el odio a terceros –añadió con voz ñoña levantando la vista un momento, aún así, sus dedos formaron tres palabras más sin errar.
-Y muerte y destrucción en general, ésta gente se aburre mucho.
-Ya veo, ya… Bueno, me voy a poner en serio –dijo poniéndose los auriculares-. No me distraigas.
Pasaron las horas sin más cambios. En el exterior la tierra se encharcaba por la sangre derramada y los gritos de guerra rasgaban el aire junto con las armas; en el interior, el oxígeno se estaba agotando y el tecleo regular y acelerado de Cirkadia empezó a debilitarse.
-Solo… un poco… más…
-¿Cuánto te queda? –se interesó Rachelmon.
-Dos… dos mil… palabras… -los hilillos de sangre bajaban por las comisuras de sus labios.
-Descansa.
-No… ya queda... poco –tosió y salpicó la pantalla-. Mierda, otra vez…
-Qué descanses.
-No… No queda… casi… nada…
A duras penas, medio ciega por las lágrimas de sangre, transcribió mil palabras más. Entonces su cabeza cayó sobre el teclado y después su cuerpo se resbaló hasta el suelo como un pelele. Le salían espumarajos rosas de la boca y tenía los ojos enrojecidos mirándose el cerebro.
Tiempo después despertó con la cabeza en el regazo de Rachelmon, en el sofá. Las pantallas de videovigilancia estaban apagadas y la de su portátil bajada. Se encontró con una mascarilla conectada a una bombona de oxígeno.
-Necesitabas cambiar de aires –le dijo su amiga-, ¿ves? Ya no loras sangre.
-Gracias, pero tengo que… -intentó levantarse, pero tenía el cuerpo sin fuerzas.
-Te he inyectado la morfina del botiquín de Kielan, tienes que descansar.
-Maldita psicópata… -refunfuñó, pero se dejó caer de nuevo sobre sus piernas.
-Muajaja, te he secuestrado.
-Me van a matar… -murmuró acomodándose en el sofá.
-Nah, no pueden, sino, se quedarían sin más Lirio.
-Cierto –colocó las manos en el regazo, como le ponen a los muertos en la funeraria y se echó un sueñecito.
Pasado un rato, las secuelas por la presión y el exceso de trabajo desaparecieron y pudo respirar más tranquila.
-Vamos allá… -en seguida escribió las palabras que le pasaban y se quedó tirada en la silla mirando al techo-. He… terminado…
-No suena muy alegre.
-Es que todavía queda un duro trabajo de revisión.
-Es verdad.
-Bueno, voy a anunciarlo –se impulsó con la silla de rueditas hasta el panel de mandos, encendió las pantallas que aún funcionaban y observó el percal. Encendió el micrófono para hablar por megafonía, se aclaró la voz y puso una canción estridente para llamar la atención-. ¡Os anuncio que he terminado de pasar a limpio!
Un grito bárbaro, profundo y potente atravesó los muros del búnker sin necesidad de altavoces.
-¡Ya queda menos! Y ahora… -justo en ese momento le llamaron al móvil-. ¿Sí?
-Soy Yosora, voy para allá.
-Bien, por fin das señales de vida. ¿Dónde estás? Se oye ruido.
-En Tama-chan, te he dicho que voy para allá.
-¡¿Estás hablando por teléfono mientras conduces?! –se escandalizó.
-Y lo dice que la que ha liado esta guerra.
-Oye, que yo no… Bueno, pero por lo menos llevarás puesto el cinturón.
-Por supuesto.
-¿Y armas?
-Algo llevo en el asiento de atrás.
-Perfecto, pues aquí te estaremos esperando. Pero te aviso que no te puedo abrir la puerta, tendrás que esperar hasta que los desmembrados consigan tirarla.
-Estoy al día, me he leído el blog. Ahora nos vemos.
-Hasta ahora –se despidió antes de colgar-. Como iba diciendo… -continuó por megafonía- esto hay que celebrarlo. ¡Os invito a una ronda! –pulsó un botón que hizo que en la cima de la montaña se erigiera una especie de rayo láser-. ¡A vuestra salud! –otro botón hizo que el artilugio disparara un líquido negro que llovió sobre los combatientes, algunos desconfiaron olieron las gotas por si se trataba de petróleo, pero aquello debía de ser un tipo de líquido inflamable ya que olía a alcohol.
-¿Qué les has echado? –se interesó Rachelmon.
-Vodka negro, soy malvada, muajaja.
-Sí, mogollón, ¿Por qué, por tratar de emborracharles o porque no les guste?
-Jah, ¿tú sabes lo que mancha eso? Y encima cuando se seque va a ser pegajoso a más no poder. Ihihihihihihihihihihihihihihihihihihihihihihihihihihihihihihihihi.

sábado, 4 de diciembre de 2010

El búnker 5

-Era Ismael-Px –informó Cirkadia doblando el móvil por la mitad (no lo ha roto en plan bárbaro, tiene un modelo así)-, que viene para aquí y quiere que manda a mi mejor Generala.
-Será un placer –se relamió Violet-kill jugueteando con uno de los puñales.
-¿Entonces dices que sales por el conducto de ventilación?
-No me fastidies, niete, eso no es cool.
-Ais, cool, cool, esta juventud… -refunfuñó yendo al panel de mandos-. Ponte la máscara de gas, que la niebla biocida sigue en el pasillo. Voy a levantarte las puertas lo justo que pases rodando, ¿vale?
La sádica y sanguinaria joven asintió conforme. Una de las pantallas mostró que una bengala había estallado en el cielo oscurecido por las nubes de tormenta y humo de explosiones, formando la cara sonriente de un gato.
-Diría que es la señal. Buena suerte, General –se cuadró y le hizo el saludo militar antes de disponerse a desactivar los láseres y levantar unos palmos los portones de acero.
-No la necesito, tengo puñales –respondió con una sonrisilla psicópata devolviéndole el saludo y poniéndose en posición como los velocistas.
Las planchas de metal se alzaron y Violet-kill se lanzó de cabeza contra la interior, echándose a rodar para internarse en la nube asesina. Gracias a la cámara de la puerta pudieron ver cómo, escasos dos segundos después, surgía de la densa niebla al igual que un zombi nazi, en uniforme y con ansias de matar, pero más rápida, letal y lanzadora de cuchillos además.
-¡Nenaza! –le escucharon decirle a DKusa, que estaba recostado contra la pared de la montaña, también con pintas de zombi, pero por la ropa desastrada, las heridas, los movimientos lentos y la mirada perdida a causa del cansancio.
-Eh… que llevo días aquí… luchando –jadeó apoyado en su katana.
-¡Que eres un puto blando! –le soltó una patada en el estómago para espabilarle al tiempo que degollaba a los atacantes, riendo al salpicarse de sangre.
-¡Gracias por despejarme! –exclamó él más fresco que una lechuga iceberg (peligro: chiste malo).
La joven gruñó por lo bajo si se lanzó por el precipicio sin dar explicaciones. Aterrizó en pose felina un porrón de metros más abajo, fracturando la tierra bajo sus botas. Al erguirse vio el imponente tanque que estaba plantado ante ella y babeó por cada molécula de acero de aquel trasto de la Segunda Guerra Mundial.
-¡Vosotros! –se subió encima y golpeó la tapa con el tacón-. ¡Que sepáis que cuando vuelva me quedaré con esta preciosidad! ¡TIENE QUE SER NUESTRO! –bramó lanzándose a la carrera hacia el punto desde que había sido lanzada la bengala del gato sonriente.
****
-¿Qué ha sido eso? –se preguntó Kastarnia en referencia a los golpes que habían sonado en el techo de su tanque.
-Alguna de las locas que pululan por aquí –respondió su marido sin levantar la vista del ordenador.
-¿Cómo va el hackeo?
-Pues esto ya casi está… -dijo orgulloso tecleando a toda velocidad, pero entonces…-. ¡¿Pantallazo azul?! P-pero cómo…
****
-Angelito… -murmuró Cirkadia viendo a través de las cámaras el rastro de sangre que iba dejando Violt-kill- caído –terminó desviando la mirada hacia un aviso de peligro-. ¿Pero qué…? ¡Me están hackeando! ¡Rachelmon, ¿qué hago, qué hago?!
-¡No sé, no sé!
-¡Que alguien le ha mandado la orden de levantar las puertas!
-¡Dale a cancelar!
-¡No puedo!
-Deja que mire… ¡Puto trasto, responde, no te quedes bloqueado!
-¡Kyaaaah! ¡Que todavía no he terminado de pasar a limpio, joder! –gritó presa de la histeria.
-Espera, espera, que creo que ya…
Pero Cirkadia vio como la plancha de metal empezaba a alzarse y, ni corta ni perezosa, desenfundó la katana y la lanzó para ensartar el panel de mandos junto al portón. Hubo un chisporroteo, las luces parpadearon y la mitad de las televisiones se quedaron en pantallazo azul, pero las puertas se desplomaron.
-Fiuuu –resopló aliviada-. La que he liado… ahora no vamos a poder salir hasta que no revienten la puerta.
-Con el empeño que le están poniendo, no tardarán mucho.
-Bueno, hasta entonces hagamos cosas útiles. Yo voy a ponerme a pasar a limpio el decimotercer capítulo. ¡Tú trabaja también!
-Kyu, kyu.
Haciendo oídos sordos a las amenazas, golpes, explosiones y masacras cada una se centró en su ordenador. Tras horas de duro trabajo, Cirkadia ya tenía tics en eñ ojo izquierdo, volvía a reír como una psicópata y se había levantado un par de veces para morderle un brazo a Rachelmon porque se aburría. A pesar de acabar delirando con espantosos y puros unicornios del país de la piruleta, consiguió transcribir las 15.147 palabras.
-Me quiero morir –lloriqueó arrastrándose por el suelo como una lombriz.
-Mira, ven a ver la tele –le dijo Rachelmon, que comía palomitas frente a las pantallas de videovigilancia.
-Mirar a la gente que me agrede… sí, son graciosos… si pudiera verles… -la pobre mujer sufría el Sindrome Especial de la Mirada Errante y sus ojos no dejaban de bailar cada uno a su son (no, mejor no la miréis a la cara, que da yuyu).
-Acaba de aparecer una nueva, va con motosierra.
-Descríbemela –pidió rodando por el suelo, lo que viene siendo hacer la croqueta.
-Puesss, alta, delgada, pelo castaño… Seguro que te gustan sus botas, le llegan hasta la rodilla, lleva los pantalones por dentro de ella.
-Suena bien –consideró haciendo el pino-puente-. ¿Dices que va con motosierra?
-Motosierra que dispara.
-Aaaah, entonces LadyDarkDragonfly –se dejó caer el suelo-. Joder, qué nombre más largo, tendré que acortárselo como a Ghost. ¿Y qué hace? –preguntó mientras le mordisqueaba un codo a su amiga.
-Trata de cortar la puerta exterior con la motosierra mientras ríe como loca, le ha hecho un par de arañazos.
-Ajá –regresó a su escritorio reptando como una serpiente-. Bueno, pues voy a ponerme a rerererevisar el primer capítulo –trepó a la silla.
-¡Pero si ni siquiera ves!
-Bah, algo apañaré… “Amanecía ya cuando apareció por la avenida empedrada custodiada por robles…” Jijiji, a la gente le sorprende el principio con trampa.
-Oooh, pues si ellos supieran, ujiji.
-Shhh, calla, calla –le chistó con complicidad-. “casi tan ancianos como mi Maestro. Yo me disponía a ir…”
Así transcurrió otra hora de intensa revisión.
-Oye, te informo que Violet-kill e Ismael siguen zurrándose, por si te interesa saberlo –dijo Rachelmon.
-Menudas bestias pardas… Menos mal que una está de mi parte –se presionaba los ojos en un intento de reducir el dolor provocado por tantas horas de ordenador.
-Boooh, pero van muy lento.
-¿Podrías hacerlo mejor tú?
-Kyapún –respondió incoherentemente poniendo ojitos adorables.
-Ag… A revisar el sexto capítulo –se restregó del borde de las cuencas oculares y se dispuso a seguir.
-¡Pero si estás llorando sangre!
-Bah, algo apañaré. Piensa que estamos con Apocalipsis y listo.
-A mí ese no me cae bien, prefiero a Bufo.
-Estás enferma… “Amaneció nublado, algo que Casandra celebró con una de sus más amplias sonrisas.” Anda vuelve a amanecer… En fin… “El viento soplaba del este…”
Ignorando los regueros escarlata que le bajaban por su mejillas, releyó, corrigió y reunió en un solo documento titulado “Lirio de Sangre: Odisea” las veintitrés partes del capítulo. Un chasquido inquietante fue lo único capaz de descentrarla de su martirio.
-¡Han abierto una brecha en la puerta exterior! –exclamó Rachelmon.
-Aaah… Control+G, guardar… sexto capítulo revisado… ahora…
-¿No te preocupa ni siquiera un poco?
-Todavía tienen que hacer frente al gas que hayan liberado, terminar de romperla entera, sortear los láseres corta-personas y romper la segunda, que si dura tanto como la anterior… Pues eso… que sigo pasando el decimocuarto capítulo…
-No puedes seguir así, ahora también te baja un hilillo de sangre de la boca…
-Tienes razón –suspiró-. Tengo hambre, ¿me traes un filete?
-Tal cual, ¿no? Que no vea la sartén ni de lejos, del plástico al plato y ¡ñaca!
-No seas exagerada, échale un poco de aceite, sal y pimienta, anda.
-Lo que yo decía… Ah, y unos tanques están a punto de cargarse a Violet-kill e Ismael, ¿hacemos algo? –preguntó mientras iba a la despensa.
-Jeje, pobres tanques –tosió salpicando la pantalla de motas rojas-. Ag, que así no sé si he puesto las tildes o no. Sigamos… “Solo si me respondes mal a una pregunta…”

domingo, 28 de noviembre de 2010

El búnker 4

Una silla suicida cruzó la estancia, tropezó contra la alfombra de la salita improvisada en mitad del búnker y se volcó junto con su piloto.
-¡Yahoo!
Rachelmon levantó la cabeza al escuchar el golpe, puso cara de que le había dolido más a ella y dejó de prestarle atención al ordenador portátil unos segundos.
-Te vas a hacer daño.
-Qué va –Cirkadia se levantó del suelo, recogió la silla de rueditas y la arrastró de vuelta al escritorio-. Decimosegundo capítulo terminado –anunció sentándose y subiendo las piernas a la mesa-. Más de trece mil palabras.
-Me alegro, pero no entiendo porqué…
La loca suicida le interrumpió dando un zapatazo a borde del escritorio y propulsarse hacia atrás. El batacazo se repitió al tropezar con la alfombra.
-¡Ennya! –exclamó al golpear contra el suelo.
-Haces eso –terminó Rachelmon-. Maldita masoca, que te vas a hacer daño y no vas a poder seguir escribiendo.
-Ahora toca revisar el quinto capítulo, jijiji –continuó la otra sin hacerle caso y como si entre medias no hubiera tenido un accidente de tráfico-. Y después el decimotercer capítulo –añadió con una sonrisa desquiciada devolviendo la silla a su sitio-. Jijijijiji –se apoyó en la mesa y, quién sabe cómo, sus gafas reflejaron la luz de la pantalla del ordenador (pese a ser antirreflejantes).
-Tendrías que tomarte un descanso –le recomendó su amiga.
-Claro, claro… -murmuró bajito-. ¿Y quién pasa esto? –exclamó soltándole un manotazo a un cuaderno abierto-. ¿Los enanitos? Noooooo. ¿Y sabes por qué?
-¿Por qué… tienen los dedos gordos y no pueden teclear? –probó, un tanto inquieta por la mirada loca de Cirkadia.
-¡No! Porque no saben lo que hay que cambiar y mejorar –añadió crispando las manos de tal forma que parecía que se le iban a saltar los tendones-. Soooolo lo sé yo –dejó caer la cabeza hacia atrás y se quedó como muerta unos segundos-. ¿Sabes lo que le falta al búnker? –preguntó de repente contorsionándose de una forma muy rara para mirarla.
-¿Una piscina olímpica climatizada que hace burbujitas?
-¡Cómo puedes decirme esa gilipollez! Si eso está ahí detrás –señaló la puerta junto al arsenal-. No es eso no… -se balanceó a los lados.
-Pues… no sé…
-¡Sol! ¡No tiene sol! Muajajaja –se impulsó lentamente con la silla-. No me gusta tomar el sol –negó con la cabeza-, soy como una vampiresa… -susurró muy bajito- pero no lo soy ¡y necesito sintetizar vitamina D! –aporreó el respaldo.
-Aaah… -de reojo buscó un lugar donde ponerse a salvo de aquella loca-. Tendrías que salir a tomar el aire.
Las carcajadas desquiciadas, agudas y cambiantes tronaron en todo el búnker. Cirkadia se deslizó hasta el panel de mandos, golpeó un botón sin demasiada delicadeza y gritó por megafonía:
-¡Rachelmon dice que tengo que descansar y que salga a tomar el aire! ¡¿Qué hago?!
Los combatientes se detuvieron un segundo para expresar sus opiniones.
-¡Sal! –exigieron unos, ansiosos.
-¡Sigue trabajando! –le gritaron otros, sacando uñas.
Las discrepancias hicieron que siguieran pegándose.
-Si salgo… -se acercó al micrófono hasta casi comérselo- os torturaré, panda de chalados. ¡¡¡Jiajaiajiajiajaijijaijujajiajiajuajuajiaijaujaiajia!!!
La chica acabó tirada en el suelo, retorciéndose de la risa psicópata, con más convulsiones que la niña del exorcista.
-Eh… Cirkadia… eh… -trató de llamar su atención haciendo señales de avión con los brazos-, hay una pantalla que pita. Eh, Cirkadia, ¿me escuchas?
-Jjijijijijujujujajajajaja… ¿Qué coño quieres? –preguntó repentinamente seria, con voz más ronca.
-Que hay una pantalla que pita –le señaló una en concreto.
-Oh… -se levantó lentamente, como si hubiera recuperado la cordura-, parece que “algo” se acerca a toda velocidad… -caminó hasta su katana-. Tendré que cargármelo –ronroneó con sadismo adelantado desenfundándola con mirada lasciva.
-Eh… hay pone que es Violet-kill.
-Oh, mierda –refunfuñó como una cría malcriada-, ya no puedo… -regresó al panel de mandos y pulsó otro botón-. ¿Abue, me escuchas? ¿Te has puesto el pinganillo?
-Aquí tú Generala –respondió la por los altavoces-. En seguida estoy allí, déjame que cruce todo el campo de batalla.
Cirkadia la buscó en los monitores y la encontró saltando de uno a otro, provocando salpicones de sangre con sus puñales al drenar a todos los que se encontraba por el camino.
-Te veo enérgica –comentó enfundando el arma, decepcionada.
-Dispuesta para la batalla. ¡Morid, nenazas!
Rachelmon negaba para sí misma ante semejante espectáculo.
-A ver cómo te las arreglas para abrirme la puerta sin que se cuele ninguno de estos cabrones –añadió Violet-kill, mínimamente sofocada por la carrera.
-Joder, a ver cómo me las apaño… porque ahí fuera están esperando… Tienes máscara de gas, ¿verdad?
-Sí. ¡Muérete capullo! Si me pasas unos puñales yo te ayudo en la puerta.
-De acuerdo, dame un momento… Por cierto, abue, no te cargues a mis lectores.
-Si son buenos lectores no serán tan blandos, esto es carnaza de quinceañeras pijas. ¡Aaaaaarrrrggghhh, fuera de mi vista!
-¿Cómo coño se me habrán colado en el campo de batalla? –se preguntó caminando hacia el arsenal, necesitaba un arma rápida, preferiblemente para atacar a larga distancia y tenía claro cuál era su preferida.
Un minuto más tarde estaba frente a la puerta de acero titanizado, cincel en mano para quitar la soldadura.
-Si alguien entra que no seamos nosotras dos, atácale –le ordenó a Rachelmon-. Y si trata de acercarse al escritorio, mátale –añadió colocándose la máscara de gas y las gafas de aviador.
Se echó la ristra de puñales al hombro, mientras en una mano sostenía una ballesta-revólver sacada de la película de van Helsing, en la otra un bote parecido a una lata de refrescos y la katana a la espalda por si acaso.
Levantó la puerta, desactivó los láseres corta-personas y entró en el pasillo, cerrando la puerta tras de sí.  Caminó hacia el exterior mientras abría una lata de la que surgió un humo blanco que en seguida se extendió por toda la estancia. Eliminó la soldadura de la segunda puerta, sacó una pequeña pantalla donde podía seguir las grabaciones de las cámaras. Violet trepaba por el escarpado precipicio usando los puñales como anclajes, trepando a una velocidad sobrehumana.
“Y el que me vendió esto decía que nadie estaba tan loco como para subir” se dijo metiendo la clave para desbloquear la puerta.
Surgió del búnker rodeada de una niebla biocida  y disparando flechas de acero a todo lo que se moviera justo en el momento en el que Violet-kill alcanzaba el borde, surgiendo como un zombi asesino y con muy mala leche.
-¡Abue! –le lanzó la ristra de puñales.
Ella los cazó al vuelo, dio un giró sobre sí misma y lanzó seis de ellos acertándole en el pecho a varias personas.
-¡Mueve el culo! –le gritó a través de la máscara, controlando que nadie se acercara.
En unos segundos estaban en el pasillo, inmersas en la fumata blanca (Habemus papa!) y esperando a que la puerta se cerrara, pero un misil iba directo a ellas.
-Ay que joderse –refunfuñó Violet-kill, como cuando uno se quiere montar en el ascensor dejando al vecino pesado en tierra pero la puerta no se cierra con la suficiente rapidez.
Cirkadia le quitó la anilla a una granada, dispuesta a hacer un lanzamiento y reventar el proyectil antes de que llegara, pero cuando estaba a punto de hacerlo un maniquí (o quizás fuera un ser vivo) fue lanzado contra el misil, haciéndolo reventar a pocos metros de ellas.
-¡Yo os cubro! –gritó DKusa con la ropa hecha girones a causa de un bazokazo que le habían soltado antes en las narices, mientras el portón bajaba por la mitad al fin.
-Ah… -la chica miró la granada, decepcionada de nuevo, y la lanzó fuera-. ¡Un regalito!
La plancha de metal bajó y al otro lado se escuchó un explosión apagada por los tres palmos de acero titanizado. Sacó el soplete dispuesta a volver a soldarla a la pared.
-No, si ahora voy a salir –le advirtió Violet-kill.
-¡No fastidies! ¿Y para qué te he dejado entrar?
-Pues para que te salude –respondió un poco ofendida-. Y para cogerte algo del arsenal, que seguro que tienes cosas muy interesantes –añadió con malicia.
-Ah, vale… -aceptó, pero pensar en volver a repetir la operación de abrir las puertas…- Cerciorémonos que no se ha colado nada.
Buscaron a conciencia entre la niebla cualquier objeto o ser que no debiera estar allí.  Por suerte para el hipotético intruso, no encontraron nada.
-Por cierto, ¿qué es esto? –preguntó Violet-kill haciendo un gesto para abarcar la niebla mientras la puerta interior se levantaba lo justo para dejarlas pasar rodando.
-Niebla biocida –respondió Cirkadia reptando para entrar en el búnker-. Se carga todo tipo de bacterias y hongos, y se come a los virus. Supongo que es malísimo para la piel.
Se apresuraron a bajar la plancha de acero para que no entrara demasiada de aquella densa niebla. Se quitaron las máscaras de gas y se dieron un abrazo. Allí sin humo de por medio, pudo apreciar bien el atuendo de combate de su amiga recién llegada. Pantalones negros por dentro de unas botas altas con cordones y tacón de acero manchado de sangre, camisa blanca con el cuello y los puños salpicados de rojo también, bajo una ajustada chaqueta negra y con una corbata del mismo color bien puesta en su sitio. Cirkadia puso mala cara al ver la banda que llevaba en torno al brazo izquierdo, entornó los ojos y sin remilgos se la arrancó.
-¡Eh!
-Maldita sea, abue, no lleves estas cosas. Ponte la banda de Redención, anda.
-¡No, no quiero!
-A mí no me metas en líos por llevar esos símbolos, toma la de Redención.
-¡No te voy a meter en líos! –se quejó Violet-kill.
-¡Que te pongas la de Redención! Mira, si además es morada, muy bonita.
Se enzarzaron en una pelea cuerpo a cuerpo hasta que la segunda cedió y se dejó cambiar de banda.
-¡Pero ya estás dándome buenas armas! –exigió.
Cirkadia asintió, mirando con malos ojos el sobrero de plato que llevaba su amiga y murmuró un “estás enferma” mientras se encaminaba al arsenal. Rachelmon había observado la escena desde su butaca con ojos de peluche adorable.
-¡¿Qué quieres que te dé, meine General?! –preguntó entre gritos desde la armería.
-Deja que mire qué tienes –le siguió los pasos.
Violet-kill clavó en una de las cajas de madera repletas juguetes letales las dos armas que llevaba: un cuchillo de asalto de hoja ancha y aserrada en algunas zonas para una mano, y un estilete largo y fino para la otra. Cirkadia se mordió la lengua para no comentar nada respecto al segundo, al fin y al cabo se lo habían regalado ellos, pero le costaba dejar a un lado el qué dirán.
La recién llegada se cargó de puñales por todo el cuerpo, tobillos, muslos, en torno a la cintura y los brazos, a la espalda llevaba un par de dagas más largas y sus manos recuperaron las armas que traían.
-¿Puedes salir por el conducto de ventilación? –propuso Cirkadia.
-¡¿Cómo?!
-Es para no volver a abrir las puertas y que se nos cuele el humo asesino –se justificó golpeando la punta de los dedos índices entre sí-. En el conducto hay unos agradables bichitos, para que no se me cuele nada por ahí, pero por ser aliada no te harán nada, lo prometo.
Violet-kill puso mala cara y parecía que iba a quejarse cuando sonó un móvil.
-¿Ismael? –se preguntó Cirkadia al ver su nombre en la pantallita-. ¿Será para regodearse de haberme infectado de algún virus incurable? –descolgó y se lo llevó a la oreja-. Tú no me advertirías de que he pillado el ébola, ¿verdad? –dijo a modo de saludo.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

El búnker 3

7.419 palabras pasadas a limpio después, dando el capítulo 11 por terminado, la joven atrincherada decidió darse un respiro. Bebía agua embotellada que, por si acaso, había hervido durante tres horas. El aire acondicionado estaba apagado para evitar que le pudieran colar "algo" por él y así poder estár tranquilamente sin máscara de gas, confiaba que los tropecientos metros cúbicos de aire de su búnker fueran suficientes para sobrevivir unos cuantos días. Sentada en una butaca, observaba el techo, tratando de limpiar sus retinas de las horas de pantalla de ordenador que se habían tragado.


Pero se aburría, su mente no le permitía ni un minuto de tranquilidad, ávida de hacer más cosas hasta la extenuación.


-A ver qué echan en la tele...


Encendió una gran pantalla donde parecieron tanques, aviones, helicopteros de última generación... e incluso el puñetero ariete que continuaba llamando a su puerta de acero titanizado. Podría parecer que estaban echando una película bélica o que retransmitían desde alguna zona asiática en conflicto, pero, era la puerta de su casa, bueno, de su búnker.


-Esto merece música adecuada -se dijo buscando el internet Die Walküre, de Wagner, vamos "La cabalgata de las Valquirias".


Se le pusieron los pelos de punta al ver marchar los tanques al ritmo de la orquesta. La puso a todo volumen y saltó para ponerse en pie, como si fuera ella quin dirigieran semejantes armatostes. Vio una explosión y segundos después su montaña tembló. Aquello era jodidamente divertido, y eso que la estaban atacando a ella con toda la artillería pesada. Rió como una loca y emitió la música por megafonía, para que ellos también la escucharan.


Después de cinco minutos riéndose de la muerte que llamaba a su puerta a bazokazos, se le ocurrió la pérfida idea de retránsmitirles por megafonía algún temazo del verano, pero le pareció demasiado cruel y mezquino, por lo que se decantó por La Marcha Fúnebre de Chopin. Cerró los ojos disfrutando del piano, imaginándose a un buen maromo tocándolo....


-Miu.


Abrió los ojos. Los tanques, las metralletas y el gas nervioso no decían "miu", los pianos y Chopin tampoco, mucho menos nos muertos marchando. ¿Entonces?


-Miiiiu.


"¿Se me habrá colado un gato?" se preguntó asomándose por encima de la butaca. Desenfundó la katana, controló que el portatil estaba a salvo y con pasos lentos a ritmo de la canción, se deslizó hasta donde procedían los maullidos.


-Kyukyu.


Entrecerró los ojos, aquellos soniditos "moes" le resultaban tremendamente familiales.


-¡¡Klaklaklaklaklaklaklakla!!
-¡Rachelmon, sal de debajo de mi cama! -le gritó al espacio protegido por cristal antibalas.
-Estoy entablando conversación con el Señor Pelusa -respondió ella asomando la cabeza.
-¿No me jodas que llevo día y medio aquí y ya tengo pelusas rodantes del desierto? Espero que entre en la garantía del búnker... -se apoyó la katana en el hombro.
-Ya ves... ¡AAACHUAAAAFFFF!
-Ala, ya me has pringado todos los cristales antibalas -gruñó volviendo a su butaca-. ¿Se puede saber qué haces hablando con una pelusa si tienes alergia?
-Pero es taaaaaaaaan moooooooooonaaaaaaa. ¡¡AAACHUUUUUAAAAALAAA!!
La joven atrincherada puso los ojos en blanco.
-Anda, sal aquí -le hizo un gesto para que se acercara-. Preséntame al Señor Pelusa, no seas maleducada, anda.
-Señor Pelusa esta es Cirkadia, Cirkadia este es el Señor Pelusa.
-Encantada -dijo soltando una llamarada con el soplete que consumió al pobre Señor Pelusa.
-¡Kyaaaaa! ¿Qué has hecho, asesiiiinaaaaa? -gritó Rachelmon, por supuesto, ella no se había quemado.
-Uno menos para consumir aire, que tengo el aire acondicionado apagado para que no me cuelen ébola, legionela o influenza.
-¿Lo cuál?
-Gripe.
-Aaaaaah, entonces vale -se dejó caer en una butaca, traía un portatil bajo el hombro-. ¿Puedo robarte wifi?
-¿Has venido para eso? -preguntó con frialdad.
-Eeeh... Noooooooo, vengo para darte mi apoyo -aseguró poniendo cara de peluche adorable.
-Ya, claro -refunfuñó-. ¿Sabes que si esos bestias consiguen entrar nos harán picadillo?
-Ajaaaá. ¿Me dices la clave de tu wifi? -parpadeo de poni del pais de las piruletas.
-"ObsesionadaaLiriohastaelfindemisdías", sin espacios en medio -recitó de golpe-. ¿No te preocupan ni un poquito los de ahí fuera?
-Nah, tú eres dura como piedra rusa, me defenderás -parpadeó.
-No lo digas...
-Eres mi hoooooombre -parpadeó.
-Aaaaag, anda, vete a coger un arma por lo menos, para cuando entren -le ordenó señalando el arsenal.
-Cuando entren fingiré que estoy con ellos, ujijijijiji.
-Grrrrr -le gruñó mostrando los colmillos.
-Kyaaaaah! -gritó corriendo hacia el arsenal.


"Qué laaaaaargo se me va a hacer el sitio" pensó llevándose una mano a la cara. Ligeramente preocupada por el resto de sus amigos, marcó un número de telefono.


-En estos momentos el telefono al que llama se encuentra apagado o fuera de cobertura -dijo la grabación-. Posiblemente la dueña esté ocupada matando, vuelva a intentarlo dentro de unos minutos, cuando haya terminado con la masacre.
-Maldita Violet-kill... -refunfuñó mientras tecleaba otro número-. ¡Rachelmon, cuidado con lo que tocas, que hay cosas que explotan!
-¡Ya lo sé!
-A ver, que estoy aquí con antonio jugando al WoW -respondió DKusa-. Que han cambiado el juego entero, un dragon ha renacido, y se ha cargado las cuidades principales, ha rajado el suelo de los continenetes y mogollon de movidas.
-Ajá, lo siento mucho. Ya que estás, porqué no te traes ese dragón aquí para que nos eche una mano.
-¿Ein? ¿Por qué?
-¿Tú que crees? -le puso a todo volumen el ruido de los misiles al estallar.
-Ah, ¿lo del bunker? Ya tengo algo pensado.
-Muy bien, ¿y para cuándo?
-Para mañana o pasado, que me estoy poniendo al día y tramando una buena estrategia.
-Ah, qué bien, pero no sé si te habrás dado cuenta de que aquí la situación está un poco jodida.
-Sí, ya he visto los tanques de Polonia.
-Chupi.
-Es que quiero hacer algo epic, que está el listón muy alto.
-Ya... pues nada, ya aguanteremos aquí hasta que se te ocurra aparecer.
-Joe, que yo quería ponerme en la puerta del búnker...
-Ajá...
-Pues ahora voy para allá, pero no sé si me va a quedar todo lo épic que quería...
-Vaaaale, te esperamos, tú sin prisa, que la puerta aguanta todavía. Ciaoooo -se despidió colgando.


¡¡¡BUUUUUUUUUMMMMCRAAAAAAAASSHCHOOOOOOFFFF!!!


Cirkadia se quedó con los ojos como platos y casi se le cayó el teléfono de las manos. En un primer instante pensó que ya habían conseguido entrar en su búnker, pero entonces vio la humareda negra saliendo del arsenal.


-¿Rachelmon? -preguntó acercándose, máscara de gas y las gafas de aviador en su sitio.
-Puaj -la loca salió tosiendo-. Mejor nada explosivo, me conformo con esto.
-¿Trampas para osos? -preguntó enarcando las cejas.
-Sí -sacó a rastras unas dos toneladas de trampas para osos.
-¿Y qué pretendes hacer con ellas?
-Ya verás, jujuju.
-Tendré que fiarme de ti... -murmuró no muy convencida, marcando otro número.
-Aquí, desde patatalandia, al habla Ghost.
-Oye, ¿te pillo muy ocupado?
-Pues sí, un poco... ¿Necesitas que te invente alguna palabra?
-Unas cuantas, pero ahora te llamaba porque estoy en mitad de una guerra y a ver si tienes un hueco en la agenda como para venir a echar una mano.
-Uffff, pues la verdad es que... ¿no puede esperar hasta el sábado?
-Qué remedio -suspiró-, esperemos que el búnker aguante hasta entonces. ¡¡Pero haz las palabras aunque llores sangre!!
-¡A la orden!
-A ver si Violet-kill me coge ahora... -volvió a sentarse en la butaca jugueteando con la empuñadura de la katana con la mano libre-. Un tono... dos tonos... A que me salta el contestador... tres tonos... cuatro... -estaba a punto de colgar cuando...
-Asesina a sueldo, ¿dígame?
-Abueeeee -saludó poniendo el manos libres.
-Nieteeee, eres tuú, pensaba que habia cogido el móvil del trabajo, perdona.
-¿Te pillo ocupada?
-Aah, no, no te preocupes, ya estaba acabando con este nenaza, espera un segundo... -se escuchó un gritito ahogado seguido de un salpicón-. Ya está... Mierda, qué mal se va a quitar esto luego... Listo, dime.
-Bien -respondió despreocupada-. Era para preguntarte a ver si me puedes echar una manita con la guerra que se me ha echado encima.
-¿Guerra? ¿Qué has liado ahora? No me digas que le has declarado la guerra a algún pais y no me has llamado antes para dirigir las tropas...
-No, que va, es que he publicado en el Deviantart la última página de Lirio y he dicho que no voy a subir más. Y la gente se ha vuelto loca, jajaja.
-Mierda, sabia que pasaria esto, si es que les das la mano y acaban queriendo arrancarte el brazo, aunque estos lo mas seguro es que te quieran arrancar la cabeza. ¿Dónde estás? Salgo ahora mismo a linchar a esos cabrones.
-Pues me he refugiado en mi búnker, saldría a pelear, pero es que tengo mucho que pasar a limpio. ¡Oh, Dios! ¡Lo que acabo de ver! ¡¡Pedaaaazo tanque nazi que ha robado alguno de estos locos!!
-¿¿¿¿¿¿NAZIII?????? ¡¡Jodeeeer!! ¡¡Eso tiene que estar en nuestro bando!! ¡¡En cuanto llegue me encargo, me armo y me pongo la banda, que recen porque pienso machacarleees!!
-Puf, qué politicamente incorrecto que es esto... Pero, oye, no es por cortarte el rollo... ¿tú no tienes examenes?
-Cierto, mañana tengo uno bastante jodido... de hecho ahora deberia estar estudiando... ¡Pero es la guerra! Como buena generala tengo que estar ahi en primera linea de batalla. Además, esto es aburridisimo, y no pienso dejarte sola en el búnker, que seguro que lo tienes de armas hasta arriba, capulla.
-Tú tranquila, asegúrate de aprobar, o por lo menos inténtalo. Aquí las cosas no se van a poner realmente divertidas hasta que no me tiren las dos puertas abajo y todavía están con la primera. Pero, sí... armas tengo para regalar, de todo tipo, aunque no tengo nigún tanque...
-Me quedan tres dias, si tienen un tanque para entonces ya habrán tirado la primera... y tendré que atravesar toda la linea de fuego para llegar hasta ti... Dios, no se si voy a poder esperar tanto tiempo.
-Trata de aguantar, que no quiero que suspendas. Además, atravesar toda la línea de fuego es muy divertido, ¿no?
-Mmmmmh, divertido y excitante... Estate preparada, cuando llegue tendrás que abrirme sin que se cuele ninguno.
-De acuerdo, abue, ya veré que apañamos por aquí. Te dejo que vayas a limpiar esa ropa antes de que se seque la sangre.
-Mantenme informada, con lo que sea me llamas. ¡Aguanta nietee, demuestra de qué está hecha nuestra familia!
-¡De piedra rusaaaa!
-Yooo no -intervino Rachelmon.
-Tú arenilla -le dijo Cirkadia-, que anda que no molesta cuando se te mete en sitios indecentes, menos mal que ya no voy a la playa.
-¡Antepasados rusos y alemanes como mínimo, no nos venceran!
Se despidieron con un grito de guerra de gargantas desgarradas, de esos que se emiten con la cabeza decapitada de tu enemigo colgando del pelo en una mano y la espada en la otra.


La siguiente llamada fue para Yosora.
-Holaaaa, te llamo para ver si me puedes echar una manita con la guerra -dijo Cirkadia a modo de saludo.
-¿Qué guerra? ¿En qué lío te has metido ahora?
-Pues, verás, que acabo de subir la última página de Lirio al Deviantart y he dicho que no voy a subir mas y la gente se ha vuelto...
-¿Cómo? ¿Ya has terminado?
-¿No lo sabías?
-Esta semana tengo mucho trabajo, no he podido -se quejó-. ¿Entonces no vas a subir más?
-No.
-Pero... a nosotros nos pasarás el siguiente capítulo, ¿no? -preguntó con tonillo peligroso.
Cirkadia suspiró.
-Qué remedio, alguien tendrá que revisarlo.
-¡Bieeeeen! -el grito de alegría fue seguido de una carcajada inquietante.
-Pero para eso tendrás que aparecer por aquí.
-Pues... va tener que esperarte al fin de semana, que ya te he dicho que tengo mucho trabajo.
-Nah, ya me lo esperaba. Pues aquí estaremos, con una puerta más o menos del búnker.
-¡Ahh! Y dile a Rachelmon que...
-Eh, eh, eh, si es sobre figuras yo no quiero saber nada, frikis -le pasó el telefono a Rachelmon y se desentendió del tema.


Le echó un vistazo a las pantallas, un nuevo helicóptero había aparecido. Se preguntó de dónde leches salía tanto trasto y se sentó frente a su escritorio dispuesta a seguir trabajando. Empezó a repasar el cuarto capítulo, corrigiendo las faltas de ortografía, elimiando gazapos y pequeñas incoherencias, pero una variación en el ruido exterior hizo que se desconcentrara. El ariete había dejado de sonar contra la puerta y no porque la hubieran tirado abajo.
Rebobinó las grabaciones de las cámaras para ver cómo alguien saltaba del nuevo helicóptero, abría el paracaidas, al que cortaba las cuerdas poco despues y aterrizaba sobre el ariete desplomándolo contra el suelo.


-Son como críos... -dijo para sí misma sonriendo y encendió la megafonía, cortando "La marcha fúnebre" de Chopin, que sonaba por enésima vez-. Hola, Dkusa, ¿tienes algún plan o vas a ir a lo bestia?
-Me voy a quedar aquí fuera -le respondió a través de un cacharro como los que tienen los cantantes que, más que eso, parecen monitores de airobic.
-Como quieras -puso una canción de Apocalyptica y siguió revisando.